La vitamina D es un nutriente esencial para la salud ósea y el buen funcionamiento del sistema inmunológico. A diferencia de otras vitaminas, el cuerpo humano tiene la capacidad de producir vitamina D de manera natural cuando la piel se expone a la luz solar, específicamente a los rayos ultravioleta B.
Sin embargo, diversos factores pueden influir en la capacidad de una persona para producir suficiente vitamina D a partir del sol, como la latitud, la estación del año, la cantidad de exposición al sol y el uso de protector solar. Además, la producción de vitamina D puede disminuir con la edad o en personas con piel más oscura, ya que la melanina reduce la capacidad de la piel para sintetizar la vitamina.
A pesar de que el tema es objeto de debate, la mayoría de las investigaciones coinciden en que la reducción de los niveles de vitamina D está relacionada con un mayor recambio óseo, lo que se considera un factor de riesgo significativo para desarrollar osteoporosis. Por ello, muchas directrices recomiendan la suplementación diaria de vitamina D.
Sin embargo, en personas con epilepsia, la situación es más compleja. Existen factores adicionales que aumentan el riesgo de deficiencia de vitamina D. Hasta ahora, no hay guías internacionales aceptadas sobre cómo monitorear la salud ósea en personas con epilepsia (PWE, por sus siglas en inglés). Una revisión reciente, publicada en la revista Epilepsia, identifica tres puntos clave:
- El uso de medicamentos anticrisis (MACs), especialmente aquellos que inducen la actividad enzimática del hígado y el ácido valproico, es un factor de riesgo importante para el deterioro de la salud ósea. Esto incluye un mayor riesgo de osteoporosis, fracturas y deficiencia de vitamina D.
- Existen grupos de mayor riesgo dentro de la población con epilepsia, como personas con discapacidades físicas o intelectuales, pacientes institucionalizados, adolescentes, aquellos con epilepsia de inicio temprano o encefalopatías epilépticas, mujeres postmenopáusicas y quienes toman múltiples MACs o esteroides.
- Un esquema de monitoreo efectivo podría incluir análisis de laboratorio, mediciones de densidad ósea, manejo de factores de riesgo y, en algunos casos, la suplementación con vitamina D. En general, la medición periódica de los niveles de vitamina D en personas con epilepsia es una manera práctica y rentable de detectar su deficiencia. En pacientes de alto riesgo, se recomienda combinar esta medición con una densitometría ósea.
La conclusión de esta revisión es que, hoy por hoy, no hay suficiente evidencia que respalde la suplementación continua de vitamina D en todas las personas con epilepsia. En el caso de los niños con esta condición, se recomienda asegurar que reciban la cantidad diaria recomendada de vitamina D según su edad, con monitoreos adicionales y suplementos si presentan mayor riesgo de deficiencia. Se subraya, por tanto, la necesidad de realizar estudios prospectivos que investiguen los beneficios potenciales de la suplementación con vitamina D en personas con epilepsia.
Para saber más:
Sourbron, J., et al. (2024). «Vitamin D prophylaxis in persons with epilepsy?» Epilepsia. D.O.I: https://doi.org/10.1111/epi.18046