La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas crónicas más comunes en adolescentes, con una prevalencia del 1,5% al 2%. Este grupo enfrenta desafíos únicos relacionados con la educación, el empleo, la conducción, la vida social y la planificación familiar futura. Además, la epilepsia no controlada puede afectar negativamente su desarrollo social e identidad. Al momento del diagnóstico, los adolescentes con epilepsia presentan altas tasas de ideación suicida (21%) y comportamientos suicidas (8%), lo que resalta la necesidad urgente de intervenciones efectivas.

La epilepsia puede manifestarse de formas muy variables, desde convulsiones evidentes hasta crisis no motoras sutiles, lo que dificulta su reconocimiento y tratamiento oportuno. Las crisis no motoras suelen asociarse a mayores retrasos diagnósticos y lesiones prevenibles. Estudios previos indican que estas crisis no motoras a menudo no se identifican en urgencias, evidenciando una brecha importante en la atención diagnóstica y terapéutica en adolescentes. Por ello, es fundamental comprender y abordar los retrasos en el diagnóstico para reducir la morbilidad en este grupo.

Un reciente estudio confirma que existen retrasos significativos en el diagnóstico de la epilepsia, especialmente en las crisis no motoras, y es el primero en analizar específicamente a adolescentes con inicio de crisis.  Un 46,1% de los participantes sufrió demoras superiores a un año con un tiempo medio hasta el diagnóstico de 9 meses. En los casos con retrasos mayores a un año, este periodo varió entre 1 y 48 años, con una mediana de 4,4 años. Las crisis no motoras iniciales se asociaron con un retraso en el diagnóstico 4,7 años mayor, tras ajustar por otros factores.

Las crisis no motoras en adolescentes a menudo se manifiestan como sensaciones subjetivas (déjà vu, ansiedad, sensaciones de desrealización) que ni los pacientes ni sus familias reconocen como epilepsia, lo que lleva a que estas crisis se confundan con problemas conductuales u otras causas. Además, la ausencia de alteraciones electroencefalográficas interictales en ciertos tipos de crisis focales complica aún más el diagnóstico. Más del 70% de los adolescentes con crisis no motoras solo fueron diagnosticados tras presentar crisis motoras, perdiendo así la oportunidad de un diagnóstico y tratamiento tempranos.

Este retraso tiene serias consecuencias, ya que se relaciona con un mayor número de crisis, más lesiones, mayor frecuencia de ideación suicida, comportamientos suicidas, autolesiones no suicidas y mayor necesidad de adaptaciones escolares. La falta de reconocimiento de las crisis no motoras por parte de pacientes y profesionales de la salud fue la causa principal del retraso, y el 70% de los pacientes con crisis no motoras no fueron diagnosticados hasta que desarrollaron crisis motoras. Estos hallazgos subrayan la importancia de un diagnóstico temprano, especialmente de las crisis no motoras, para reducir morbilidad y mejorar la calidad de vida en adolescentes con epilepsia focal.

El estudio subraya la necesidad urgente de aumentar la concienciación pública y la formación de los profesionales sanitarios sobre la variedad de manifestaciones de las crisis epilépticas.

Para saber más: 

Ferrer et al. Delayed diagnosis in adolescent onset focal epilepsy: Impact on morbidity and mental health. Epilepsia. 2025; 00: 1–13. https://doi.org/10.1111/epi.18434