A estas alturas del siglo XXI nadie puede dudar de la importancia de la calidad del aire en nuestra salud y de la influencia negativa que tiene la contaminación en nuestra salud, especialmente para los sistemas cardiovascular y respiratorio. La OMS estima que la contaminación atmosférica puede contribuir a la muerte prematura de más de 7 millones de personas al año.
Varios estudios han demostrado que la contaminación del aire está relacionada con un riesgo elevado de trastornos neurológicos, incluidos los accidentes cerebrovasculares, migraña, déficit cognitivo, enfermedades neurodegenerativas y trastornos psiquiátricos. Los componentes de la contaminación del aire pueden entrar indirectamente en el torrente sanguíneo y el cerebro a través de los pulmones y el tracto gastrointestinal al cambiar la permeabilidad de la barrera hematoencefálica. Los contaminantes también pueden influir directamente en el cerebro a través del nervio olfativo a través de la nariz. La inflamación neuronal y el estrés oxidativo que podrían llegar a alterar la respuesta inmune cerebral, podrían ser los principales mecanismos del daño al sistema nervioso central.
Los estudios epidemiológicos y toxicológicos animales han indicado que la contaminación del aire podría inducir estrés oxidativo y neuroinflamación. Estos cambios pueden afectar el metabolismo cerebral y aumentar la excitabilidad neuronal por lo que podrían ser un factor de riesgo de convulsiones epilépticas.
Según una revisión sistemática reciente, seis estudios epidemiológicos en la literatura han explorado el impacto de la contaminación del aire en la epilepsia. La mayoría de los estudios se basaron en bases de datos o registros hospitalarios para epilepsia y mostraron que la contaminación del aire tiene una influencia adversa en la hospitalización o las visitas ambulatorias por epilepsia. Por ejemplo, un estudio reciente basado en 47 hospitales de 10 ciudades chinas indicó que un aumento de las concentraciones de CO y NO2 se correlacionó con un aumento de los ingresos del 2,0% y el 1,1% por epilepsia, respectivamente.
Un estudio recién publicado en línea Epilepsia realizado en Australia, aborda la asociación entre la exposición diaria a contaminantes atmosféricos y los riesgos de crisis epilépticas clínicas y subclínicas utilizando datos de 49 pacientes, 15 pacientes con registros intracraneales crónicos (iEEG) con el sistema Neurovista (ver http://www.epilepsiamadrid.com/2018/11/29/existe-algun-patron-ciclico-en-la-ocurrencia-de-las-crisis-epilepticas/) que aportan datos de crisis tanto subclínicas (solo visibles en el EEG y no percibidas por el paciente) como clínicas (percibidas por el paciente y por el iEEG) y 34 pacientes a través de las crisis clínicas anotadas por los pacientes en una aplicación de diario de crisis, por un total de 23.349 días de seguimiento. Utilizaron los niveles de contaminación del aire ambiental en los códigos postales de los participantes como sustitutos de exposiciones individuales, lo que, inevitablemente, introduce algunos errores de medición y podría subestimar las asociaciones.
Se observó una asociación significativa entre las concentraciones de monóxido de carbono (CO) y los riesgos de crisis epilépticas, con un aumento del riesgo de crisis del 4% (riesgo relativo: 1,04, intervalo de confianza del 95% [IC]: 1,01-1,07) para concentraciones de CO por encima de 0,13 partes por millón, mientras que no se encontraron asociaciones significativas para los otros cuatro contaminantes atmosféricos en la población total del estudio. Sin embargo, estos datos sólo aplican a los obtenidos en los 15 pacientes registrados con iEEG, pero no en los diarios de los pacientes. Cuando se consideraban únicamente crisis subclínicas, el riesgo alcanzaba el 20% para concentraciones elevadas de CO, mientras que otros contaminantes mostraron una (sorprendente) asociación negativa.
Las mujeres (55% de los pacientes) tuvieron un riesgo significativamente mayor de crisis coincidiendo con concentraciones de CO y dióxido de nitrógeno (NO2) elevados, con riesgo relativo de 1,05 (IC 95%: 1,01-1,08) y 1,09 (IC 95%: 1,01-1,16), respectivamente.
Los hallazgos sugieren que concentraciones elevadas de CO, aún dentro de los estándares australianos de calidad del aire, podrían contribuir a aumentar significativamente el riesgo de crisis epilépticas, especialmente subclínicas. Aunque el hecho de que no se encontraron asociaciones significativas entre ningún contaminante con las crisis clínicas reportadas en los diarios de crisis parece quitarle peso a estas asociaciones.
Una posible interpretación que ofrecen los autores, sería que la contaminación atmosférica de bajo nivel pueda tener más probabilidades de promover crisis subclínicas observadas en los registros de iEEG, pero puede no ser lo suficientemente fuerte como para asociarse directamente con las crisis clínicas reportadas por los pacientes en sus diarios. Las mujeres tenían un mayor riesgo de crisis por el aumento de la concentración de CO y NO2 que los hombres. Una posible explicación podría estar en las actividades al aire libre y los patrones de comportamiento (por ejemplo, fumar, hacer ejercicio, etc.), que pueden causar una diferencia en la exposición ambiental. Habrá que realizar estudios más robustos para testar estas hipótesis y la contradicción de muchos de estos resultados.
Sin embargo, este tipo de informaciones, si fueran confirmados por estudios más robustos, podrían tener relevantes implicaciones clínicas y de salud pública. La exposición al CO podría explorarse como una nueva característica potencial para los algoritmos de cálculo del riesgo de crisis, y podría utilizarse para reducir la incertidumbre de las crisis y, quizás, guiar en el manejo de la epilepsia, por ejemplo modificando el comportamiento cuando los niveles de contaminantes son altos (p.ej. no hacer deporte al aire libre) o recomendar el uso de sistemas de filtración de aire para reducir la exposición a un alto contenido de CO.
Aunque los datos presentados no son concluyentes e incluso pueden aportar contradicciones no resueltas que ofrecen dudas sobre los resultados finales, a nadie se le escapa que lo más conveniente para la salud es respirar aire lo más limpio posible. ¡Procuremos no contaminar y limpiar el aire de nuestras ciudades!
Para saber más:
Chen, Z., et al. (2022). «Ambient air pollution and epileptic seizures: a panel study in Australia.» Epilepsia. DOI: 10.1111/epi.17253
Kim, H., et al. (2020). «Air Pollution and Central Nervous System Disease: A Review of the Impact of Fine Particulate Matter on Neurological Disorders.» Front Public Health 8: 575330.