Así rezaba el título de la ponencia presentada en el reciente congreso de la Sociedad Española de Epilepsia en Málaga, esta pasada semana.
El trayecto comenzó con un análisis de las emociones básicas, en concreto las que más pueden contribuir a la conducta agresiva como el miedo o la ira. Las emociones suelen considerarse posiblemente muy superficialmente como la base de nuestra conducta, aunque su relación con nuestras acciones es muy controvertida. William James un ilustre psicólogo estadounidense ya planteaba la posibilidad, a primera vista contraintuitiva de que las emociones pudieran ser consecuencia antes que causa de la conducta.
Sin embargo, aunque parecen muy cercanas, aún son muy desconocidas. No por ser cercanas o familiares a todas las personas son conocidas. Son estados internos cerebrales de dinámica compleja, y muy elástica que se entretejen con nuestras acciones y vienen muy encorsetadas por nuestro contexto cultural, sobre todo el idioma.
Los circuitos cerebrales que median las emociones están muy difusamente distribuidos, y tienen su base principal en las estructuras cerebrales más antiguas. En concreto el hipotálamo parece especialmente involucrado en conductas agresivas, como puso de manifiesto el premio Nobel suizo Walter Hess en sus estudios de gatos en los años 40, pero muchas otras estructuras contribuyen a la elaboración y los matices de esta sensación.
La asociación de conductas agresivas y criminales con epilepsia comienza en 1884, cuando un soldado con epilepsia asesinó en un campamento militar a 7 de sus camaradas e hirió a otros 13. Este hecho sirvió de inspiración a Cesare Lombroso (1835-1909), un prestigioso psiquiatra que participó en el juicio y que tres años más tarde ocuparía la cátedra de psiquiatría y antropología criminal de Turín. Influido en las corrientes de la frenología y el darvinismo social, Lombroso postuló la idea de que la epilepsia estaba estrechamente vinculada con la personalidad criminal, incluso con muchos rasgos antropométricos de los criminales. Hasta el 27% de las personas con epilepsia tenían rasgos «del criminal nato», según Lombroso. Para él, muchas de las conductas criminales se atribuían a una epilepsia larvada, es decir, la mera conducta criminal podía ser achacada a una epilepsia sin otra clínica. Las teorías de Lombroso tuvieron mucho éxito en su tiempo, y tuvieron su repercusión en obras de literatura de la época como La Bestia Humana de Zola o Resurrección de Tolstoi. Sus ideas antropométricas extremas fueron de alguna forma incorporadas por el nazismo en sus programas de eugenesia, el siniestro Acción T4, que culminó con el exterminio de entre 70.000 y 100.000 personas entre los que habría personas con epilepsia como único “defecto”…con la ironía de que el mismo Lombroso era judío.
Afortunadamente, las ideas de Lombroso pasaron, pero contribuyeron enormemente al estigma de las personas con epilepsia.
La epilepsia se ha utilizado en juicios como argumentos de la defensa en algunos juicios mediáticos. Un ejemplo es el de Jack Ruby que asesinó en Dallas al presunto asesino del presidente Kennedy, Lee Harvey Oswald. El asesinato fue presenciado en la televisión por millones de espectadores. En el juicio, un ilustre pionero del EEG, Frederick Gibbs testificó que en su opinión, Jack Ruby padecía epilepsia, basado en un EEG que mostraba unas anomalías que hoy en día consideramos no significativas. No valió su argumento y fue condenado, aunque Jack Ruby murió de cáncer en prisión unos años después.
El argumento de la psicosis epiléptica también se ha usado en otros juicios mediáticos, como el asesino de la katana. En su evaluación es importante la relación temporal con una crisis previa. La agresión durante una crisis, especialmente dirigida es muy inusual durante las crisis /alrededor de 1/1000), mientras que en el periodo postictal son más frecuentes (hasta un 23% de conductas agresivas, especialmente si la persona que acaba de sufrir la crisis se siente atacada. Entre las crisis, también pueden darse estas conductas hasta en un 7% de los casos. Las medicaciones y los cambios entre ellas también pueden contribuir.
Una reciente revisión sobre el tema concluye que no hay evidencia alguna que demuestre una relación concluyente entre crisis epilépticas y actos criminales. Muchas de las anomalías conductuales descritas tienen que ver más con comorbilidades de la epilepsia que con particularidades de las crisis.
Para saber más:
Aportación de la neurofisiología al estudio de la agresividad en epilepsia”. J. Parra y L. Van Itterson. En: M. López Díaz y F. Vadillo Olmo, eds. “Agresividad y violencia en las epilepsias”. ECU. 2012
Saleh C, et al. Epileptic seizures and criminal acts: Is there a relationship? Epilepsy Behav. 2019;97:15–21.