Si bien cualquier conductor puede tener un accidente, este riesgo aumenta tras sufrir una primera crisis epiléptica, por la posibilidad de recurrencia de las crisis al volante. Dentro del manejo de estas primeras crisis es necesario exponer el periodo de inhabilitación para conducir según la legislación vigente, reconociendo que estas restricciones son incómodas ya que pueden limitar sustancialmente la vida laboral, educativas, familiar y social.
Tras una primera crisis se impone legalmente un periodo de restricción a la conducción variable según los países y las circunstancias: si la crisis ha sido o no provocada. La normativa europea aparece reflejada en el documento. La prohibición para poder conducir oscila entre 6 y 12 meses (ver BOE 2010).
La motivación para restringir la conducción de vehículos tras una crisis es la de reducir el riesgo de una nueva crisis, pero ¿en qué datos se basan las autoridades para calcular la duración de esta prohibición para conducir?
Un reciente estudio australiano publicado en el Journal Neurology Neurosurgery & Psichatry (1) ofrece más luz sobre esta cuestión. Analizando la base de datos de primeras crisis del Oeste de Australia, Brown y cols. siguieron prospectivamente a 1386 pacientes vistos con primeras crisis entre 2000 y 2011 todos ellos en edad y condición para poder conducir. Los datos presentados, calculados con la hipótesis de que se conduzca 1 hora al día, revelan que los pacientes necesitan estar entre 5-8 meses sin conducir antes de que su probabilidad mensual de nuevas crisis caiga a valores entre el 1,7 % y 3,1% que se corresponden con los aceptados por las autoridades reguladoras como un riesgo relativo aceptable entre 2 y 3 . Esto equivale a un riesgo mensual estimado de crisis tras el volante de entre 1 en 770 y 1 en 1440. Sin embargo, hay que tener en cuenta que doblando el tiempo estimado al volante por día, se doblaría este riesgo. Estos cálculos son también corroborados por los datos que muestran la real ocurrencia de una segunda crisis en los primeros 6 meses en pacientes que, a pesar de tenerlo prohibido, tienen una segunda crisis conduciendo. De los pacientes que tuvieron una nueva crisis, 14 (2%) ocurrieron conduciendo, con un riesgo mensual bajando a menos de 1/1000 tras 6 meses. Estas cifras subestiman posiblemente la proporción real de pacientes que, ignorando las prohibiciones, condujeron durante esos periodos. En cualquier caso, los datos presentados corroboran que las actuales normativas de prohibición para conducir de por lo menos 6 meses de prohibición son adecuadas y no apoyan una liberalización o acortamiento de estas restricciones.