Las personas con epilepsia tienen mayor morbilidad y mortalidad relacionada con accidentes cerebrovasculares, con cifras de mortalidad asociada a estas causas entre 1,5 y 2,5 veces superiores a las de la población general.

Es posible que los fármacos antiepilépticos (FAEs) que tienen la propiedad de activar el metabolismo del hígado (fármacos inductores) estén contribuyendo al desarrollo y perpetuación de estas enfermedades cardiovasculares, así como a otros efectos secundarios como la fragilidad de los huesos o a disfunciones sexuales. Estos fármacos inductores suelen ser los más veteranos como carbamazepina, fenitoína o fenobarbital. En los últimos años se han puesto de manifiesto los efectos adversos que conlleva una activación prolongada de estos sistemas enzimáticos, que no sólo están presentes en el hígado, sino también en el intestino, los pulmones y el riñón. Esta activación del metabolismo en estos órganos hace que se altere el procesamiento natural de compuestos como hormonas, el colesterol, las vitaminas etc.

Estudios recientes muestran que pacientes con epilepsia que recibieron tratamientos prolongados con fármacos inductores como carbamazepina o fenitoína, mostraban marcadores de riesgo vascular elevado que pueden contribuir a la aceleración del proceso de arterosclerosis, y que se asocian significativamente con la duración del tratamiento. En concreto, pacientes tratados con fenitoína parecen presentar un riesgo significativamente mayor de sufrir un accidente cerebrovascular que los que reciben otros fármacos.

Si bien son necesarios más estudios para evaluar la repercusión de los FAEs no inductores en estos efectos, a la vista de la información disponible en la actualidad, parece recomendable iniciar tratamiento con FAEs no inductores, ya que no presentan menor eficacia y sí menores efectos secundarios e interacciones que los inductores.

Otra cuestión más complicada es la conveniencia o no de sustituir una medicación inductora por otra no inductora en pacientes bien controlados. Un cambio de medicación en estas circunstancias no está exento de riesgos y debe valorarse cuidadosa e individualmente, ya que existe un riesgo importante de recurrencia de crisis con estos cambios de alrededor del 18%. Por tanto, no hay, de momento, evidencia disponible que permita apoyar de manera general un cambio de medicación en estas condiciones, sino que debe valorarse el riesgo individualmente.

Para saber más:

http://www.clc.cl/Dev_CLC/media/Imagenes/PDF%20revista%20médica/2013/6%20noviembre/13-Dr.Parra.pdf