El pasado 18 de marzo se celebró el día mundial del sueño, como cada viernes previo al equinoccio de primavera. El poder descansar bien y dormir adecuadas horas de sueño es uno de los pilares del tratamiento no farmacológico de la epilepsia. Esta fecha siempre se encuentra próxima a la fecha del cambio horario al llamado horario de verano, que tiene lugar el último domingo de marzo.

Desde hace años se ha ido acumulando evidencia científica sobre los efectos negativos en la salud de este cambio horario. Hace unos días, el Senado de los EEUU se ha pronunciado en contra de mantener este cambio horario, siguiendo las recomendaciones realizadas por la Academia americana de medicina del sueño (AASM) y otras sociedades académicas y científicas.

Cuando cambiamos los relojes, no obtenemos más luz solar, en absoluto. En invierno, el sol se pone justo alrededor del momento en que la gente termina de trabajar mientras estamos en la hora estándar. Un aspecto atractivo de cambiar los relojes a horario de verano es que el viaje de vuelta a casa tras el trabajo es aún con luz solar e incluso puede haber un poco de luz después del trabajo que permite participar en actividades al aire libre. Sin embargo, ese poco de luz extra por las tardes tiene un costo bastante significativo porque las mañanas de invierno serían oscuras. Así que ganaríamos ese poco de luz al final del día, pero la perderíamos al principio.

Nuestro ritmo biológico es el tiempo de nuestro ritmo circadiano, que es el cronometrador interno que nos indica cuándo dormir y cuándo despertar y muchos otros aspectos de nuestro organismo. Todos tenemos ritmos circadianos que son un poco diferentes de 24 h, pero es la luz del sol la que mantiene nuestro reloj biológico alineado con la rotación de 24 horas de la tierra. Y así, mientras tenemos que levantarnos, para ir a trabajar a una hora específica todos los días, el determinante de nuestro sueño y nuestro despertar realmente viene de ese reloj solar. Cuando experimentamos problemas es cuando la hora de nuestro reloj biológico y social no está alineada con ese reloj solar.

Cuando fijamos nuestra hora social en una hora que es ligeramente diferente de la hora del amanecer y el atardecer, terminamos con solo un modesto desajuste circadiano. Y esto puede ser difícil de apreciar ya que normalmente pensamos en un desajuste más marcado como el trabajo en turnos de noche y pensamos que una hora o 2 horas no deberían ser un gran problema. Cuando vivimos en la hora estándar, nuestro reloj biológico y el solar están prácticamente alineados para la mayoría de las personas que también se adapta a su tiempo social. Nuestro organismo estará listo para despertar alrededor del momento en que naturalmente necesitamos despertarnos para ir a trabajar o al colegio.

Sin embargo, cuando cambiamos al horario de verano, nuestro horario social cambia antes que nuestro ritmo circadiano, lo que significa que despertarse por ejemplo a las siete durante el horario de verano en realidad se siente en nuestros cuerpos como despertarse a las 5 o 6 de la mañana. Nuestro ritmo circadiano se mantiene con el sol, así que cuando avanzamos la hora en el “horario de verano”, básicamente tenemos que despertarnos una hora antes a lo largo de toda la temporada de horario de verano en relación con nuestro ritmo circadiano natural.

Los efectos agudos de este cambio del «adelanto» anual hacia el horario de verano, van desde la pérdida aguda de sueño con una mayor producción de marcadores inflamatorios (una de las respuestas del cuerpo al estrés), hasta alteraciones importantes del estado de ánimo e incluso una mayor ocurrencia de accidentes vasculares, incluyendo infartos de miocardio, accidentes cerebrovasculares e ingresos hospitalarios por arritmias cardiacas. Además, los estudios muestran que las muertes por accidentes de tráfico con víctimas aumentan hasta un 6% en los primeros días después del cambio al horario de verano y refieren un aumento del 18% en los eventos médicos adversos relacionados con el error humano en la semana después de este cambio horario.

Por la forma en que nuestros ritmos circadianos están alineados para el tiempo estándar cambiamos en la dirección equivocada y eso conduce a una pérdida crónica de sueño.

Cuando prolongas esa situación, la gente tiende a acostarse más tarde durante el horario de verano porque persiste la luz solar hasta más tarde, aunque sí tienen que levantarse a la misma hora. Con eso se desplaza aún más el ritmo circadiano en la dirección equivocada. Un estudio realizado en 55.000 alemanes durante la temporada de horario de verano, encontró una pérdida neta de 30 minutos por noche en promedio en esa población. 30 minutos por noche puede parecer una minucia, pero es una pérdida muy importante biológicamente.

Este desajuste crónico entre las demandas sociales (trabajo, la escuela, etc) frente al ritmo interno del organismo se ha denominado «jet lag social» y diversos estudios han demostrado su asociación con numerosos problemas de salud, como un mayor riesgo de obesidad, síndrome metabólico, enfermedades cardiovasculares, depresión, suicidios e incluso cáncer.

La Comisión Europea ya barajó suspender los dos cambios horarios anuales estructurados desde la crisis del petróleo en los años 70, pero su decisión para abolirlo se ha pospuesto para más adelante.

La AASM, al igual que la Sociedad Mundial de Medicina del Sueño apoyan el cambio a la hora estándar permanente correspondiente al huso horario en que se vive, exponiendo en su declaración que la hora estándar se alinea más estrechamente con los ritmos diarios del reloj interno del cuerpo. Estas sociedades concluyen que los datos existentes respaldan la eliminación de los cambios de hora estacionales a favor de un horario fijo y único durante todo el año. Un cambio a la hora estándar permanente se ajusta mejor a la biología circadiana humana y tiene el potencial de producir efectos beneficiosos para la salud y la seguridad públicas.

Para saber más:

Rishi MA, et al. Daylight saving time: an American Academy of Sleep Medicine position statement. J Clin Sleep Med. 2020;16(10):1781–1784.

https://jcsm.aasm.org/doi/10.5664/jcsm.8780

Roenneberg, T., et al. (2019). «Daylight Saving Time and Artificial Time Zones – A Battle Between Biological and Social Times.» Front Physiol 10: 944.