Tradicionalmente se necesitaban al menos haber tenido dos crisis separadas al menos 24 horas para poder ser diagnosticado de epilepsia. Sin embargo, esta definición ha sido revisada por la Liga Internacional Contra la Epilepsia en 2005, de tal forma que el diagnóstico de epilepsia puede hacerse ante una primera crisis si se encuentran datos en las pruebas complementarias (Neuroimagen, EEG) que sugieran un elevado grado de recurrencia, en cuyo caso se debería iniciar tratamiento tras una primera crisis.