Un tercio de los pacientes con epilepsia tienen epilepsia resistente a los fármacos que a menudo se complica por la toxicidad de múltiples fármacos y las comorbilidades psiquiátricas y cognitivas. Es probable que los avances en la comprensión del microbioma y del eje intestino-cerebro permitan arrojar luz sobre la patogénesis de la epilepsia, la resistencia a los medicamentos antiepilépticos (FAES) y las posibles dianas terapéuticas. Este es el objeto de una reciente revisión publicada en la revista Epilepsia.

El microbioma humano incluye alrededor de 100 billones de microbios, que incluyen bacterias, hongos, protozoos y virus; la mayoría de estos microbios están localizadas en el intestino y son estables en las poblaciones humanas. Los bebés reciben bacterias intestinales críticas de su madre al nacer, y este microbioma se desarrolla a lo largo de la vida.

La alteración de la flora intestinal normal o disbiosis intestinal se puede asociar a inflamación, alteración de la barrera hematoencefálica y alteración en neurotransmisores y sustancias neuromoduladoras. La secuenciación metagenómica y de alto rendimiento ha avanzado en la caracterización de especies microbianas y sus vías funcionales.

Los pacientes con epilepsia refractaria al tratamiento médico muestran una composición del microbioma intestinal alterada en comparación con los pacientes sensibles a los fármacos y los controles sanos. Las dietas cetogénicas y modificadas de Atkins pueden reducir las crisis en algunos pacientes. Estas terapias dietéticas bajas en carbohidratos alteran la composición de especies (taxonómica) y funcional del microbioma intestinal, y su composición es diferente entre los que responden a la dieta y los que no responden. Los modelos animales sugieren que se necesitan bacterias o filos específicos para conferir eficacia a la dieta, y el tratamiento con antibióticos puede eliminar la eficacia. El impacto de la dieta podría involucrar alteraciones en la microbiota, promoción de interacciones microbianas seleccionadas y variación en los niveles de neurotransmisores cerebrales que luego influyen en las crisis epilépticas. Si llegásemos a comprender bien la mecánica de cómo la dieta y estas alteraciones intestinales consiguen modular las crisis epilépticas, podrían surgir nuevas líneas terapéuticas.

La mayoría de los FAEs actúan sobre la transmisión neuronal a través de efectos sobre los canales iónicos y los neurotransmisores. Sin embargo, los FAEs también podrían mediar algunos de sus efectos a través de la microbiota intestinal. La comprensión de cómo interactúan los FAEs con varias composiciones del microbioma podría conducir a una selección personalizada y mejorada de los FAEs.

En modelos animales, la composición de la microbiota (p. ej., abundancia de ciertas especies o filos) puede variar con los metabolitos de los fármacos activos. Dada la creciente comprensión del microbioma intestinal en epilepsia, los probióticos podrían llegar a ser una terapia potencial. Los probióticos alteran la composición de la microbiota y pequeños estudios sugieren que estos suplementos pueden reducir las crisis epilépticas en algunos pacientes.

La epilepsia refractaria tiene enormes consecuencias para los pacientes y la sociedad, y el microbioma intestinal puede resultar una prometedora diana terapéutica. Sin embargo, nuestro conocimiento de este ecosistema intestinal es aún muy limitado. Desconocemos los mecanismos exactos en que la manipulación de este ecosistema nos pudiese dar los beneficios terapéuticos deseados. Además no sabemos cuáles pacientes podrían responder mejor con estas terapias y en cuáles no se debería intentar. Se necesitan más estudios en muchas disciplinas médicas antes de que la manipulación de la flora intestinal pueda utilizarse con criterios claros en el tratamiento de personas con epilepsia.

Para saber más:

Holmes M, et al. Cross talk between drug-resistant epilepsy and the gut microbiome. Epilepsia 2020;61:2619–2628.