En los países desarrollados se está produciendo una epidemia de obesidad, y actualmente hasta el 50% de las mujeres embarazadas tienen sobrepeso u obesidad. En este contexto, hay una preocupación creciente por los efectos neurológicos a largo plazo del sobrepeso y la obesidad materna. A pesar de que cada vez hay más evidencia de que el sobrepeso o la obesidad materna podría contribuir al desarrollo de trastornos neuropsiquiátricos, han habido pocas investigaciones sobre la asociación entre obesidad materna y epilepsia infantil.
Una reciente investigación llevada a cabo en Suecia (1) y publicada en la revista JAMA Neurology apunta a que los niños nacidos de madres con sobrepeso u obesidad tienen mayor incidencia de epilepsia que los nacidos de madres con un peso normal, y que el riesgo aumenta proporcionalmente con el grado de obesidad. Los autores siguieron una numerosa cohorte poblacional de casi un millón y medio de recién nacidos en parto único durante 14 años para demostrar un aumento de la incidencia de epilepsia en niños de entre 28 días y 16 años, nacidos de mujeres clasificadas en categorías de índice de masa corporal (IMC), de forma que el riesgo era mayor cuanto mayor era el sobrepeso de la madre. Por ejemplo, para obesidad grado I (IMC 30,0 a <35,0) el aumento de riesgo era tan solo de 1,11 mientras que llegaba a ser casi el doble (1,82) en el caso de obesidad grado III (IMC ≥ 40). Los autores de la misma institución describieron previamente riesgos de tener baja puntuación en el test de Apgar de recién nacidos y una mayor incidencia de crisis neonatales proporcionales al IMC materno, de tal manera que la obesidad grado III cuadruplicó el riesgo de convulsiones neonatales. La mayoría de los niños que desarrollaron epilepsia nacieron a término, pero las tasas de epilepsia aumentaron al disminuir la edad gestacional, que osciló entre 1,7 veces la tasa de recién nacidos moderadamente prematuros (32-36 semanas) hasta casi 5 veces en niños extremadamente prematuros (22-27 semanas). Además, la epilepsia materna se asoció con un riesgo superior a 4 veces para la epilepsia infantil en este estudio, pero no se explicó específicamente por su asociación con el IMC.
Las causas de las epilepsias no llegan aún a ser esclarecidas en más de un 60% de los pacientes, no se puede establecer una causa clara. Lo que sí han podido esclarecer los investigadores es que el riesgo incrementado de epilepsia en niños con madres con sobrepeso u obesas no se debe a complicaciones del embarazo o neonatales relacionadas con la obesidad.
Previamente el mismo equipo de investigadores ya concluyó que tener una madre con epilepsia supone un mayor riesgo para la epilepsia infantil. También que las mujeres con epilepsia tienen más probabilidad de tener sobrepeso u obesidad antes del embarazo que las mujeres sin epilepsia, especialmente si toman valproato de sodio o carbamazepina. La lamotrigina en cambio no parecía tener efecto sobre el peso.
Sin embargo, las complicaciones a las que se enfrenta una madre con epilepsia y una madre con sobrepeso son distintas. Una madre con epilepsia tiene más probabilidad de sufrir ansiedad y síntomas depresivos. A ello se une el efecto de los FAEs, algunos de los cuales pueden aumentar el riesgo de sangrado excesivo, transferencia neonatal a cuidados intensivos y tener un tamaño pequeño para la edad gestacional.
La obesidad por otro lado es un factor de riesgo para complicaciones como el aborto espontáneo, preeclampsia, diabetes gestacional, infecciones, eventos tromboembólicos y nacimiento por cesárea. Además, los hijos de mujeres con exceso de peso tienen mayores probabilidades de tener anomalías congénitas, ser de gran tamaño y tener que ser transferidos a la unidad de cuidados intensivos neonatales.
La relación entre la incidencia de epilepsia infantil y otras complicaciones es proporcional al índice de masa corporal de la madre ¿pero cómo puede afectar la obesidad de la madre al niño? Tanto la obesidad como el embarazo causan una respuesta inflamatoria. Al unirse ambos factores esto puede resultar en un estado de inflamación crónica que puede crear un ambiente intrauterino anormal, contribuyendo al desarrollo de complicaciones y epilepsia. Además, el entorno materno endocrino y nutricional podría programar cambios en el feto, resultando en la alteración de la regulación del peso y metabolismo más adelante en la vida.
Dado que las tasas de epilepsia infantil aumentan proporcionalmente con el peso de la madre y que el sobrepeso y la obesidad son modificables, su prevención mediante la restricción calórica y la actividad física debe ser una estrategia importante de salud pública para reducir la incidencia de epilepsia infantil. Aún así, es necesario evaluar mejor el riesgo de epilepsia de inicio temprano en la descendencia de madres obesas con epilepsia para ofrecer una buena monitorización.
Para saber más:
Razaz, N. et al (2017). Maternal Body Mass Index in Early Pregnancy and Risk of Epilepsy in Offspring. JAMA Neurology, 74(6), 668–9. http://doi.org/10.1001/jamaneurol.2016.6130