Con más de 600 millones de personas infectadas en todo el mundo, numerosos esfuerzos se dedican a examinar las posibles consecuencias más persistentes para la salud de la pandemia del coronavirus 2019 (COVID-19). Diversos estudios ya han destacado varias secuelas neurológicas a corto y largo plazo de la COVID-19, incluyendo fatiga, dolor de cabeza, deterioro de la memoria y otras enfermedades neurológicas. Con un efecto de tan amplio alcance, es necesario continuar investigando el desarrollo de las secuelas neurológicas entre las personas que se infectaron con COVID-19 para prepararnos para un posible aumento de pacientes.

Recientemente en la revista Neurology, se han publicado inquietantes datos que apuntarían a que la infección por COVID-19 se podría asociar a un aumento de los casos de epilepsia en el mundo.

Utilizando datos de una red de registros médicos electrónicos, que incluyó a más de 81 millones de pacientes, los autores estudiaron la incidencia de epilepsia de nueva aparición y el desarrollo de crisis epilépticas en los 6 meses posteriores a un diagnóstico de COVID-19.

La incidencia general de crisis epilépticas de nuevo comienzo fue del 0,69 % y la incidencia de epilepsia (recurrencia de estas primeras crisis) fue del 0,30 %. Si bien estos valores son relativamente bajos en general, cuando se comparaban con pacientes similares que fueron hospitalizados con gripe, aquellos que tenían COVID-19 tenían una incidencia significativamente mayor tanto de crisis epilépticas únicas como de desarrollar epilepsia. En comparación con los casos tras influenza la incidencia de epilepsia fue mayor entre aquellos que no fueron hospitalizados, lo que subrayaría el potencial de secuelas neurológicas incluso en casos leves de COVID-19.

Estos hallazgos son particularmente relevantes dada la extensión masiva de los datos utilizados con un total de 81 millones de pacientes para lograr identificar dos cohortes emparejadas de 152.754 pacientes cada uno que habían sido diagnosticados con COVID-19 o gripe, respectivamente. Además, la recogida de datos fue geográficamente diversa.

Este estudio resulta especialmente relevante ya que subraya el potencial de aumentar las disparidades existentes ya en la prevalencia de la epilepsia. Las poblaciones socioeconómicas con menos recursos tienen hasta dos veces el riesgo de infección por COVID-19. Por lo tanto, este posible aumento en los casos de epilepsia podrían afectar desproporcionadamente a estas comunidades ya de por sí desfavorecidas. Además, se encontró en este estudio que la elevada incidencia relativa de convulsiones y epilepsia después de la COVID-19 fue aún mayor en niños que en adultos, por lo que se podría exacerbar aún más el impacto ya desproporcionado de estos problemas en los países en desarrollo.

Los hallazgos de este estudio tienen potenciales implicaciones para la práctica clínica. Aunque la incidencia de nuevas convulsiones y epilepsia después de la infección por COVID fue baja, en vista del gran número de personas en todo el mundo que han sido infectadas con COVID-19, deberíamos estar preparados para un posible aumento en el número de pacientes con convulsiones y epilepsia.

Sin embargo, este estudio adolece de serias limitaciones. Ante estos inquietantes resultados, resulta crucial considerar si hay otros factores de riesgo entre las personas con COVID-19 que puedan aumentar el riesgo de crisis epilépticas. Además, el seguimiento limitado a los 6 meses después de la COVID-19 significa que las crisis epilépticas que comenzaran después de este tiempo se habrían perdido y el curso a largo plazo tampoco se pudo estudiar, con lo que desconocemos si la epilepsia persistió y si se pudo controlar adecuadamente. Dados los diversos informes que destacan el riesgo cardiovascular y de accidente cerebrovascular que resulta de la COVID-19, se debe examinar si habrá una mayor prevalencia de epilepsia que resulte de un accidente cerebrovascular que comúnmente se manifiesta después de más de 6 meses.

Además, el uso de grandes bases de datos impide una caracterización más detallada de los pacientes, incluido su tipo de crisis y otros factores clínicos y resultados. Tampoco se pudo abordar la influencia del estado de vacunación COVID-19 o la infección variante del SARS-CoV-2 en la incidencia de convulsiones y epilepsia en estas cohortes. Sería importante que los estudios futuros examinaran si hay características más específicas de COVID-19 aguda (por ejemplo, afectación neurológica) que se asociaron con un mayor riesgo de crisis epilépticas, y la influencia de otros factores (por ejemplo, comorbilidades, determinantes sociales de la salud, exposiciones ambientales) en el riesgo y los resultados.

Otro factor limitante resulta de que el estudio no pudo determinar si la incidencia de nuevas crisis epilépticas en el grupo de comparación, el de la gripe, era diferente a la del riesgo basal de la comunidad en general. Si también se aumentara, entonces el impacto de la infección por COVID-19 podría ser incluso mayor que la relación de riesgo de 1,55 y 1,87 para las convulsiones y la epilepsia reportada respectivamente en este estudio.

Para saber más:

Taquet, M., et al. (2022). «Incidence of Epilepsy and Seizures Over the First 6 Months After a COVID-19 Diagnosis: A Retrospective Cohort Study.» Neurology: 10.1212/WNL.0000000000201595.

Bensken, W. and T. J. O’Brien (2022). «The Significance of the Increased Incidence of New Onset Seizures and Epilepsy After a COVID-19 Infection.» Neurology: 10.1212/WNL.0000000000201651.