El uso prolongado de medicamentos para controlar las crisis epilépticas que son inductores enzimáticos del hígado se correlaciona con un aumento significativo del riesgo de enfermedad cardiovascular en pacientes con epilepsia, sugiere una investigación publicada en JAMA Neurology.

Este artículo es el más reciente de un creciente cuerpo de evidencia que muestra los efectos negativos de los fármacos inductores y que lleva a cuestionarse el riesgo/beneficio de estos fármacos en el tratamiento prolongado e inicial de la epilepsia.

Utilizando un registro de atención primaria y registros electrónicos de salud hospitalarios en los hospitales del Servicio Nacional de Salud en Inglaterra, los investigadores evaluaron a más de 31.000 pacientes de 18 años o más que fueron diagnosticados con epilepsia entre 1990 y 2019, y que estaban libres de enfermedades cardiovasculares al inicio de su tratamiento.

Los medicamentos clasificados como inductores de enzimas en el estudio incluyeron carbamazepina, eslicarbazepina, oxcarbazepina, fenobarbital, fenitoína, primidona, rufinamida y topiramato.

Los resultados mostraron que, incluso la exposición a corto plazo a estos fármacos inductores, se asoció significativamente con un mayor riesgo de cardiopatía isquémica o accidente cerebrovascular isquémico o hemorrágico [aHR], 1,21; intervalo de confianza [IC] del 95%, 1,06 – 1,39). Para los pacientes que los usaron durante 10 años o más, especialmente con los tratamientos a dosis altas, el riesgo aumentó exponencialmente con cada año que pasaba. Si bien la diferencia absoluta en el riesgo fue ligeramente mayor durante los primeros 8 a 10 años, la diferencia creció en más del 1% con 10 a 25 años de uso, lo que podría apuntar hacia un efecto crónico y acumulativo de estos fármacos.

La mayoría de los medicamentos antiepilépticos más antiguos (como la carbamazepina, la fenitoína o el fenobarbital) son inductores enzimáticos del hígado. En consecuencia, pueden afectar negativamente los niveles de colesterol, aumentar el riesgo de osteoporosis y reducir la duración y eficacia de los anticonceptivos orales, así como una gama de medicamentos utilizados para tratar enfermedades cardiovasculares, HIV y cáncer.

La mayoría de los medicamentos introducidos en la década de 1990 no son inductores enzimáticos del hígado y tienen menos efectos secundarios e interacciones medicamentosas.

Estudios como este son la evidencia más completa que podemos obtener con respecto a este complicado tema. Literatura publicada en la última década ya mostró extensamente cómo estos medicamentos elevan claramente los niveles de colesterol, proteína C reactiva y otros marcadores de riesgo vascular… pero este artículo va más allá al mostrar una asociación con la enfermedad clínica.

Estos datos refuerzan la preferencia para seleccionar medicamentos no inductores como primera opción terapéutica, siempre que sea posible. Además, plantean la necesidad de analizar individualmente los riesgos y beneficios de sustituir estos medicamentos por otros no inductores en personas que llevan muchos años tratadas con estos fármacos.

Para saber más:

Josephson CB, et al. Association of Enzyme-Inducing Antiseizure Drug Use With Long-term Cardiovascular Disease. JAMA Neurol. 2021;78(11):1367–1374. doi:10.1001/jamaneurol.2021.3424