El trastorno del espectro autista (TEA) es un trastorno del desarrollo neurológico caracterizado por un deterioro persistente de la comunicación y la interacción social, así como por conductas restringidas, repetitivas y estereotipadas. Por lo general, estos síntomas aparecen en las primeras etapas del desarrollo infantil, lo que lleva a un deterioro funcional.

 

En comparación con la población sana, los pacientes con TEA tienen una mayor incidencia de epilepsia (2–3% vs. 5–46%, respectivamente). Además, los estudios muestran un mayor riesgo de autismo en pacientes que sufren formas específicas de epilepsia, como los espasmos infantiles y el síndrome de Lennox Gastaut.

Muchos autores han identificado la presencia de anomalías en el EEG en sujetos con TEA, en ausencia de un diagnóstico de epilepsia, con una prevalencia que oscila entre el 6,7 y el 61%.

Aunque las anomalías epileptiformes se consideran una expresión de una disfunción cerebral subyacente, aún no está claro cómo se relacionan estas anomalías funcionales con el tipo clínico de TEA.

Un reciente estudio publicado en la revista Journal of Autism and Developmental Disorders ofrece nuevos datos sobre este controvertido tema. Sesenta y nueve pacientes con TEA con edad media de 6,5 años de edad, se sometieron a pruebas cognitivas o de desarrollo, evaluación del lenguaje y evaluación de las habilidades de comportamiento adaptativo, así como a la realización de un estudio de EEG de sueño / vigilia.

Se observaron anomalías epileptiformes y no epileptiformes en el EEG en 26,08% y13,04% de estos pacientes, respectivamente.

Los autores sugieren una correlación significativa y positiva entre las anomalías del EEG y la gravedad de los síntomas cardinales del TEAs y la presencia de diferentes características comórbidas. En este estudio, la presencia de anomalías epileptiformes fue significativamente mayor en pacientes con formas graves de autismo. Además, se encontró una mayor prevalencia de anomalías epileptiformes en pacientes con estereotipias simples y complejas, patrones de comportamiento agresivos, autolesiones e hiperactividad. También se encontró que la presencia de anomalías epileptiformes es significativamente menor en pacientes con funcionamiento cognitivo normal en comparación con aquellos con un nivel intelectual más bajo. Asimismo, los déficits de lenguaje graves se correlacionaron con la presencia de anomalías en el EEG.

Los autores argumentan, que las anomalías del EEG son un biomarcador neurofisiológico de la gravedad de los problemas cognitivos y de comportamiento asociados en el TEA. Por lo tanto, los autores recomiendan que los estudios de EEG que incluyan fases de sueño, se realicen en individuos con diagnóstico de TEA y, si hay descargas epileptiformes, se debe considerar el tratamiento con fármacos antiepilépticos.

El tema de tratar el EEG y no las crisis es muy controvertido, con argumentos en la literatura que pueden ir en ambas direcciones: tratar en ausencia de crisis o sólo con ellas. Correlación no es igual a causalidad, y no hay evidencia clara que el tratamiento de las anomalías encontradas en el EEG resulte en una mejora de las síntomas. Por ello, el tema es muy delicado y necesita ser tratado individualmente en cada caso.

 

 

 

 

Para saber más:

  1. Nicotera AG et al. EEG Abnormalities as a Neurophysiological Biomarker of Severity in Autism Spectrum Disorder: A Pilot Cohort Study. J Autism Dev Disord. 2019;49:2337–2347.

https://doi.org/10.1007/s10803-019-03908-2